En las fotografías-pinturas de Alfonso Bonilla inspiradas en Bogotá se hace presente, una vez más, la capacidad del arte para crear sugerencias de sentidos sutiles y reflexivos, que conducen, a su vez, a nuevos códigos comunicativos y relacionales, o a significados antes ocultos acerca del lugar por excelencia del colectivo humano: las ciudades del mundo. 

Más allá de tomar como objetivo de su cámara lugares simbólicos del centro fundacional de Bogotá, como las fachadas del Colegio San Bartolomé, la Catedral Primada, o la Plaza de Usaquén y el Parque Bima, el concepto artístico de Bonilla lo conduce a una inmersión mental que deja fluir, en la soledad de su laboratorio, sugestiones intuitivas y creativas, gracias a las posibilidades moldeables de su personal técnica fotográfica del cromalux, basada en planchas de aluminio bajo el influjo del calor y las improvisaciones manuales con el color. Esto le facilita convertir sus imágenes en obras artísticas que superan su origen fotográfico y compiten con la fluidez propia de las técnicas pictóricas, revelando visiones inéditas de esos lugares. 

-Tributo a Salmona
-Tio Vivo
-Rueda de Chicago
-Plaza Samary
-Plaza Republica

En el fondo, las fantasías surgidas de su trabajo son impulsadas por las impresiones de la memoria colectiva, y por los ritos y representaciones simbólicas que han precedido la aparición de los lugares sagrados o profanos antes aludidos. La forma que adquieren las imágenes creadas por Bonilla para representar el imaginario social de estos lugares recuerda mucho los logros del informalismo pictórico, o algunos del impresionismo tardío. Algo que impulsa sus búsquedas es el mito fundacional de Bogotá, que poetisa sus espacios vitales de acuerdo a sus formas arquitectónicas, y en correspondencia con patrones cósmicos naturales o universales. Es esta universalidad la razón por la cual algunas imágenes de Bonilla, aunque fotografiadas en Bogotá, nos remiten a estructuras constructivas geométricas y simbólicas situadas en París, Madrid, Milán o Roma. Nadie niega la incuestionable tendencia del ser humano hacia la alegoría, la quimera y los cuentos sobre su territorio, basándose en las tradiciones, para expresar lo más profundo y la razón de ser de sus habitantes, y para sentirse parte fundamental de sus regiones. 

-Los Puentes
-La Ventana
-Gigante Gris
-El Mercader

El conjunto de las obras de este artista es sugerente, espontáneo, “atrapador”, de gran riqueza cromática. Es un intento de diálogo con la tradición de Bogotá desde la ficción y la fábula visual. ¿Qué mito arropa a Bogotá, así como lo tienen París, Nueva York, Buenos Aires, o Ciudad de México? La respuesta está, en gran medida, en la reacción del ojo del observador ante esta propuesta visual de Alfonso Bonilla, un fotógrafo-pintor de realidades convertidas en imaginería. Él logra también, de manera espontánea, recordarnos con su trabajo algo de las improvisaciones del expresionismo abstracto; algo de las “velaturas”, “sfumatos” y “pentimentos” de Da Vinci; bordea las atmósferas y efectos lumínicos envolventes de Turner o Monet, y también nos  recuerda algún gesto urbano y fantasmal de Bogotá convertido en pintura abstracta. 

Texto por Octavio Mendoza

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