Sonaré antigua, pero en mi época un beso era un beso.

Soy de esa era bonita donde las exploraciones nacidas del beso francés habían evolucionado en su energía atómica. Nos encendíamos con la cadencia de los éxitos de Eddy Santiago y el boom de la salsa erótica. Parecíamos contorsionistas bajo el influjo del grupo Wham! y su Careless Whisper. No faltaba ocasión para que “un jamón” despertara más allá de nuestras papilas gustativas cada fibra de nuestros cuerpos en la flor de la vida. Todo invitaba a besarse con desenfreno. En toda ocasión había algo sugerente y pícaro. Las calas nos hacían sonreír y descubríamos que los caramelos Halls tenían múltiples usos. 

Suspiro. Estoy suspirando. De pronto una vocecita interior con voz de abuelita me dice: ¡Qué tiempos aquellos! Sí, vaya manera de gozar la vida tuvimos los jóvenes de los 80. Tan distinta respecto a lo amatorio en la generación de nuestros padres que tenían al bolero y los “Besos brujos” como referente. 

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Se corona Carlos Felipe Arturo Jorge, Carlos III del Reino Unido, y una parte del mundo bosteza y se sigue preguntando la utilidad de la monarquía

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Hoy reafirmo que todo tiempo gozado en nuestro ayer sí fue mejor. Sobre todo después de ver en internet un esperpento que han llamado MUA. Un prototipo de silicona con forma de labios (¡y sin lengua!) que se añade a tu dispositivo móvil y recrea en otro artilugio igual, ese beso que deseas darle a tu amante para gloria de tu placer digital. No sé si al ingenioso creador, Zhao Jianbo, se le habrá ocurrido desarrollar una variedad que tipifique los labios tipo Angelina Jollie / Mick Jagger o Tom Hardy / Rosalía. 

Lo que sí reconozco un absurdo es el motivo antiséptico e higiénico para besarse con alguien (¿?) trasto mediante por temor a virus e infecciones. Para mí esto raya en una psicopatía. Sabemos que el siglo XXI es de avances y transformaciones sociales que pueden resultarnos radicales a muchos GenX, sin embargo, en el terreno del amor y sus demostraciones más fidedignas, un beso debería mantenerse bien apegado a la vieja técnica de los pueblos semíticos. Estos inventos lejos de destacar nuestra humana sensibilidad y erotismo, representan una infamia para la historia de ósculos y besuqueos.

No sé adónde vamos a parar entre tanta tecnología futurista que está borrando lo que nos hace más bellos como terrícolas… Con lo bonito que es ir al pasado de vez en cuando.

Pondré la vieja canción que bailaba mi madre: “Los marcianos llegaron ya y llegaron bailando ricachá”, mientras busco quien me imprima una franela que diga: Yo beso en modo vintage. Abstenerse IA.

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