
He reflexionado mucho sobre ese pandémico deseo de estar en TikTok.
Quizá solo debo asumir que soy una mujer en sus cincuentas, educada, instruida y con poco tiempo para malgastarlo. Tal vez no sé divertirme en versiones superiores a la 1.0. Podría ser que entiendo el verbo entretener y lo siento invasivo. Véase su primera acepción en el DLE: “Distraer a alguien impidiéndole hacer algo”. Yo no quiero que alguien me frustre mis deseos de hacer lo que me venga en gana, no. Pero allí caigo en cuenta de que soy yo quien manejo mi tiempo, mis recursos, mis redes sociales. Soy libre de elegir qué ver, por cuánto tiempo y con qué frecuencia.
A estas alturas de mi vida –es verdad– siento un gozo absoluto al experimentar nuevas sensaciones y aprender otras habilidades, y es allí donde escucho la preguntilla de: ¿y por qué no estás en TikTok? Parpadea el bombillito verde de mi CPU humano y respondo que no sé para qué tendría que estar. A lo que siempre me responden que soy una aburrida. “Sonamos, Miguelito”, diría Mafalda.

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Por lo que he podido entender, esa red social se compone de gente diversa en superlativo que hace cualquier cosa. Una anciana uruguaya que canta y baila; un chico que descubre los trucos de magia, y así millones de personas frente a su dispositivo haciendo lo que –me imagino– tienen como talento.
Lo increíble para muchos GenX es que se gana dinero en esos menesteres. Desde la perspectiva de esos creativos internautas todo es diversión, alegría y verdes fluyendo a través de esas plataformas diseñadas para compartir 24/7/365, es decir, todo el tiempo posible involucrando a la mayor cantidad de viewers. Pero, me pregunto…

¿Cuál es el aporte de los bailes acompasados, las habilidades motrices, los chistecitos y frasecitas de libro de autoayuda? ¿Cuál es el valor para la sociedad? Tal vez ya hay otra visión de lo que significa valioso para una generación de espectadores de la vida ajena. Mientras tanto sigo leyendo a gente que no sabe escribir, que no sabe de comprensión lectora, que comparte a diario sus destrezas (a veces) para moverse con ritmo y hacer Lip sync, todo esto como un logro personal, y también a buenas personas expertas en ponerle una etiqueta roja a otros que piensan diferente.
Quizá para algunos yo responda simplemente a mujer heteronormativa, conservadora, prejuiciosa y, por supuesto, una soberana aburrida.
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Escritora y cronista.
Columnista en The Wynwood Times:
Vicisitudes de una madre millennial / Manifiesto de una Gen X